Lectura: Salmos 51:1-7

Luego de que un grupo de privados de libertad pasaran por un programa de readaptación a la sociedad donde se les compartían valores, lecciones bíblicas y capacitación en nuevos oficios, se les dio la inesperada sorpresa, fueron llevados a un lugar de la prisión donde normalmente solo era permitida la estancia de personal de la cárcel, y estando ahí tuvieron la mayor de las sorpresas, la visita de sus familias incluidos los más pequeños. 

Algunos de ellos habían pasado años sin ver a sus hijos y las lágrimas brotaron de sus ojos. Quizás para nosotros recibir abrazos y besos de un hijo no signifique mucho, pero para aquellos hombres este fue el último impulso para tener un cambio de vida, y de iniciar el proceso de perdón y reconciliación con sus familias y con ellos mismos.

Tal como la reconciliación de la historia tuvo un gran significado para estas personas, el perdón de Dios de nuestros pecados, es algo mucho más grande que cualquier cosa que podamos experimentar en esta tierra; la misericordia divina mostrada en la muerte y resurrección de Jesús, nos permite acercarnos a Dios limpios de la culpa que nos abrumaba, al estar en algún momento alejados de Dios.  ¡Te alabamos Señor por tu asombrosa e inmerecida gracia!

  1. El perdón de Dios no es sólo otra gran noticia, es la noticia de todas las noticias.
  2. Gracias Señor por tu inagotable amor y compasión.

HG/MD

“Quita mi pecado con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve.” (Salmos 51:7).