Lectura: Lucas 7:11-23

En un día como hoy, en el cual muchas personas en sus hogares están recordando y agradeciendo por las bendiciones que Dios ha dado, pienso en la variedad de talentos naturales que el Señor proveyó a los seres humanos.  Por citar tan sólo dos de ellos, se encuentran quienes tienen facilidad y estudiaron medicina o música; para la mayoría quizás no tengan ninguna relación, pero no es así.

Los primeros se encargan de procurar que tu cuerpo funcione correctamente, mientras que los segundos hacen que tu alma se alegre con su arte y te tranquilizan cuando tu mente necesita descanso.

A pesar de que parecen capacidades distintas, ambos tipos de personas dependen de una misma cosa, de un universo ordenado; sin orden no hay previsibilidad, y si no existiera la previsibilidad, no habría ni música, ni medicina.

Dentro de ese orden dispuesto, la enfermedad es una clara señal de que algo no está bien.  Y cuando tu cuerpo es sanado o cuando tus sentidos son calmados por la música restauradora, esto es tan sólo una pizca de lo que un día Dios hará por ti, cuando restaure todo a su estado original (Hechos 3:21).  Cuando Juan el Bautista quiso saber si Jesús era el mesías prometido, preguntó: “¿Eres tú aquel que ha de venir, o esperaremos a otro?”.  Jesús le respondió: “Vayan y hagan saber a Juan lo que han visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son hechos limpios, los sordos oyen, los muertos son resucitados y a los pobres se les anuncia el evangelio” (Lucas 7:20-22).  Esta profecía cumplida, comprobaba que Jesús era el Mesías de Israel (Malaquías 4:2).

  1. Hoy y todos los días agradece a Dios por la música que alivia tu mente y brinda paz al alma agitada, y también por la medicina que cura el cuerpo, ambas cosas tan sólo son un pequeño recordatorio de que un día serás transformado y libre de todos los males de este mundo (1 Corintios 15:51-58).
  2. ¡Da gracias a Dios siempre!

HG/MD

“Pero para ustedes, los que temen mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá sanidad. Ustedes saldrán y saltarán como terneros de engorde” (Malaquías 4:2).