Lectura: Juan 17:1-26
El mundo está lleno de evidencias que comprueban el poder y bondad de nuestro Señor (Salmos 104:14-18). Los cielos también nos cuentan que existe un creador detrás de tantas maravillas naturales (Salmos 19:1). Y por si acaso hiciera falta, todas las bendiciones, dones y creatividad humana de las que disfrutamos, provienen de lo alto (Santiago 1:17).
Las bendiciones y dones del Señor para nosotros son abundantes y los debemos disfrutar, “…Dios quien nos provee todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos” (1 Timoteo 6:17). No obstante, y como todo en la vida, también necesitamos tener una actitud balanceada, no sea que perdamos de vista que todo en este mundo es temporal, y que tan sólo estamos de paso, pues nuestra verdadera casa está en los cielos.
Como siempre, Jesús nos dio el ejemplo a seguir sobre las bendiciones temporales. Él asistió a las cenas (Lucas 7:36-50) y bodas a las que lo invitaron (Juan 2:1-2), amaba estar con los niños (Mateo 19:13-15). Prometió vida abundante y plena y eso fue lo que vivió mientras estuvo entre nosotros (Juan 10:10). Sin embargo, también durante ese tiempo oró, predicó, sanó, sufrió, murió y por supuesto resucitó. Estaba en el mundo, pero sabía perfectamente que le esperaba nuevamente el gozo del cielo (Juan 17:4-5).
1. Señor, ayúdanos a seguir tu ejemplo de equilibrio en nuestra vida.
2. Puedes disfrutar de las bendiciones que nos brinda el Señor, pero recuerda; hay cosas aun mejores, ¡anhela los tesoros del cielo! (Mateo 6:19-20).
HG/MD
“Más bien, acumulen para ustedes tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido corrompen, y donde los ladrones no se meten ni roban.” (Mateo 6:20).