Lectura: Éxodo 31:1-5

Hace un tiempo pude ver un documental sobre la fabricación de pianos, en el cual se mostraba lo delicado y laborioso que es el proceso de fabricación de un instrumento de este calibre.

El proceso inicia con la escogencia de las maderas adecuadas, las cuales son tratadas con diversas técnicas de preservación, pasando luego por una etapa de transformación donde un extraordinario grupo de artesanos convierte esa madera, en delicadas piezas combinadas con metales y otros materiales que se eligen con mucho cuidado, para que finalmente, luego de haber pasado más de un año, se pueda tener un producto terminado, un piano de concierto con un vibrante sonido.  Los expertos dicen que se ha tratado de imitar este proceso artesanal utilizando máquinas y otros productos de menor calidad, pero el resultado ha sido instrumentos con sonidos limitados, nada se puede comparar al producto final del artesano.

Algo similar ocurrió cuando se construyó el tabernáculo, Dios usó a personas para darle un toque artesanal: “…Bezaleel hijo de Uri, hijo de Hur, de la tribu de Judá, y lo he llenado del Espíritu de Dios, con sabiduría, entendimiento, conocimiento y toda habilidad de artesano, para hacer diseños artísticos y para trabajar en oro, plata y bronce; en el tallado de piedras para engastar, en el tallado de madera y para realizar toda clase de labor” (Éxodo 31:2-5).

Hoy, a diferencia de lo que sucedía en el pasado, Dios mora en los corazones de los creyentes, sin embargo, su obra artesanal sigue siendo necesaria.  Cada uno de nosotros como creyentes es una maravillosa creación hecha por Dios mismo (Efesios 2:10).

El maestro artesano es el Espíritu Santo, quien quita las imperfecciones de nuestro carácter para hacernos más semejantes a Jesús (Romanos 8:28-29); permite que Él te moldee a su voluntad, verás que los resultados siempre serán extraordinarios.

  1. A medida que te sometas a su labor artesanal, descubrirás que el secreto del producto final es el toque del Artesano.
  2. Eres una obra maestra de Dios, no permitas que nadie te diga lo contrario.

HG/MD

“Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para hacer las buenas obras que Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2:10).