Lectura: Hechos 8:26-34

Muchas veces debemos ser como el agricultor, que siempre está atento a los cambios climáticos esperando el mejor día para comenzar a sembrar las semillas, con el afán que den el fruto deseado; pero quien también debe estar consciente de que si empieza a dudar demasiado o esperar las condiciones perfectas en un 100%, corre el peligro de caer en la inacción, tal como lo dice Eclesiastés 11:4 “El que observa el viento no sembrará, y el que se queda mirando las nubes no segará”.

A nosotros nos puede pasar algo similar al compartir nuestra fe, podemos pensar: “¿Está lista esta persona para escuchar en este momento el evangelio? ¿Me estaré equivocando al compartir mi fe ahora?”.  Nunca sabremos lo que pasa en las profundidades del corazón de la otra persona. Algunos quizás ya están acostumbrados a vivir en una oscuridad total, pero anhelan que alguien los guíe hacia la luz.

En nuestra lectura devocional, nos encontramos con este etíope que viajaba en su carruaje real; parecía que lo tenía todo: prestigio, riquezas y poder (Hechos 8:27).  No obstante, había un vacío en su corazón y estaba buscando la forma de llenarlo; mientras leía la promesa sobre el siervo sufriente en Isaías 53, este hombre luchaba por entender las palabras del profeta en el Antiguo Testamento.  Ese era el momento, Felipe no podía desperdiciar la oportunidad para hablar sobre Jesús (Hechos 8:35).

Un día estaba hablando con un amigo quien tiene la muy buena costumbre de compartir su fe con otros y le pregunté: “¿Cómo sabes que están listos para escuchar el evangelio?”.  Me respondió de la siguiente forma: “Es sencillo, simplemente les pregunto.”

  1. Debemos dejar de preocuparnos tanto por: el viento, las nubes, que si se enojarán, que si nos rechazarán, que si nos preguntarán algo para lo cual no tenemos respuesta. Confiemos en la labor del Espíritu Santo en el corazón de esas personas, esparzamos esas semillas de salvación por donde quiera que vayamos, uno nunca sabe quién responderá.
  2. Cuando sembramos la semilla del evangelio, Dios es el quien se encargará de los resultados.

HG/MD

“Yo planté, Apolos regó; pero Dios dio el crecimiento” (1 Corintios 3:6).