Lectura: Salmos 53:1-6

Corrían los alocados años 60’s y un grupo de “teólogos” llegó a la conclusión de que Dios estaba muerto; leíste bien “teólogos” dijeron eso.  En su limitada opinión, indicaron que “el progreso del conocimiento había hecho imposible que las personas pensadoras creyesen en Dios”. Estos “pensadores” dijeron que había llegado la hora de enterrar la idea de un Dios Todopoderoso en la tumba de los mitos.

No me imagino lo que hubieran dicho estas personas, si hubieran vivido en nuestro tiempo.  En su momento Juan Calvino (1509-1564), declaró que todos tenemos un sentido innato de la deidad.  Es por esto que ningún antropólogo ha descubierto tribus de ateos.  Para que pudiéramos matar la fe en Dios, sería necesario borrar las estrellas del firmamento, convertir en caos todos los procesos que vemos en la naturaleza y negar la existencia del aire que respiramos y que no vemos.  ¡Cuán insensato es negar la existencia de Dios! (Salmos 53:1).

Cuando vamos por la vida ignorando sus preceptos y caminos de manera egoísta, actuamos como si Dios verdaderamente estuviera muerto.  Muchas veces nuestras palabras y acciones hablan más fuerte que las creencias que decimos tener.  Dios es real, sin importar que lo neguemos o intentemos ocultarle nuestras vanidades, en lugar de eso debemos dejar que ocurra lo que una vez dijo Juan el Bautista: “A él le es preciso crecer, pero a mí menguar” (Juan 3:30), sólo de esta forma podremos conocer realmente a Aquel que nos creó a Su imagen y semejanza.

  1. Permite que tus palabras y acciones hablen de tu fe.
  2. Dios es real, tan real como tú.

HG/MD

“Dijo el necio en su corazón: “No hay Dios”. Se han corrompido y han hecho abominable maldad. No hay quien haga el bien” (Salmos 53:1).