Lectura: Salmos 73:21-26

Una de las primeras parejas misioneras en los Estados Unidos fueron Adoniram (1788–1850) y Ann Judson (1789 –1826), ellos iniciaron su aventura en el año 1812, cuando navegaron hacia la alejada Birmania (Myanmar) como misioneros pioneros.

En su diario, Ann describió algunas de las complicadas situaciones que vivieron en su aventura misionera, a continuación, un extracto de su diario: “Hemos estado angustiados por algunos días a causa del sombrío panorama que tenemos por delante, todo lo que concierne a nuestra pequeña misión es incierto.  Considero difícil vivir por fe y confiar enteramente en Dios cuando el camino por delante es tan oscuro”.

Pero, a pesar de todo esto, ella también escribió: “Si el camino fuera llano y fácil, ¿Dónde cabría la confianza en Dios?  Entonces, en vez de quejarme y murmurar, voy a regocijarme porque mi Padre Celestial me obliga a confiar en Él, eliminando aquellas cosas sobre las cuales naturalmente tendemos a apoyarnos”.

Así como Ann Judson el salmista también indicó lo siguiente: “Mi cuerpo y mi corazón desfallecen; pero la roca de mi corazón y mi porción es Dios, para siempre” (Salmos 73:26).

  1. Debemos preguntarnos, ¿Cuál es nuestra actitud cuando las cosas en las cuales nos soportamos de repente desaparecen? ¿Tenemos la madurez para dar gracias a Dios cuando las cosas van mal y es necesario ejercer nuestra confianza y fe?
  2. Cuando sintamos que la tensión de la tormenta empieza a movernos, es el momento de aferrarnos al ancla de la fe en Jesús.

HG/MD

“Mi cuerpo y mi corazón desfallecen; pero la roca de mi corazón y mi porción es Dios, para siempre” (Salmos 73:26).