Lectura: Salmo 40:1-10

Hace algún tiempo leí que la contaminación acústica provoca 12.000 muertes prematuras al año en la Unión Europa, y afecta a uno de cada cinco de sus ciudadanos.

Y es que los sonidos no deseados, prolongados y de alto nivel procedentes del tráfico, el ferrocarril o las actividades de ocio, perjudican la salud y el bienestar de los ciudadanos que padecen de molestias crónicas y alteraciones del sueño.

Esta la necesidad que tenemos de oír bien, también se traslada a nuestro andar con Dios. En el Salmo 40:6, David dijo lo siguiente: “El sacrificio y la ofrenda no te agradan; tú has abierto mis oídos. Holocaustos y sacrificios por el pecado no has pedido”.

En este versículo se usa la palabra “abierto” que puede traducirse también como “limpiado a fondo”, y habla de lo que Dios desea para nuestra vida: que nuestros oídos estén atentos y prontos para oír lo que nos revela a través de su Palabra.  No obstante, nuestros oídos espirituales pueden estar tapados por el ruido de fondo provocado por la cultura, las fiestas “navideñas” que nos rodean en estos días, o el encanto de la tentación y el pecado.

  1. Pidamos al Señor que nos ayude a alejarnos del ruido, a volver nuestro corazón a Él en total devoción y a mantener los oídos abiertos para que seamos sensibles a su voz.
  2. Cuando Dios habla pone su Palabra en nuestra mente y corazón, y nos enseña a deleitarnos en su voluntad (v. 8).

HG/MD

“Permanezca en ustedes lo que han oído desde el principio. Si permanece en ustedes lo que han oído desde el principio, también ustedes permanecerán en el Hijo y en el Padre” (1 Juan 2:24).