Lectura: Juan 21:1-14

Experimentar cosas nuevas puede resultar atemorizante, por ejemplo, para muchos jóvenes, el cambio de la vida colegial o secundaria a la universitaria, puede compararse con saltar en una piscina con mucha más profundidad que la esperada.

Recientemente, un joven de la iglesia me contó cómo fueron esos primeros días en la Universidad. Me dijo que estaba muy asustado, recibiendo clases y materias que no podía entender, tenía muchos compañeros extraños, sus profesores decían algunas cosas contra las iglesias y quienes pertenecían a ellas.

Pero un día, repasando unos papeles que tenía de un campamento juvenil al cual había asistido, encontró una lección que estaba basada en Juan 21.  Los discípulos habían estado toda la noche fuera pescando, pero no les había ido nada bien. Por la mañana notaron que alguien caminaba en la orilla, entonces uno de los discípulos reconoció a Jesús y la reacción de Pedro no se hizo esperar, saltó de la barca y comenzó a nadar hacia Él.

Me dijo que al recordar esta lección se dio cuenta de que no estaba sólo en aquella universidad, que lo que le faltaba era tan sólo buscar en la dirección adecuada y al compañero correcto; necesitaba ver a Jesús y “nadar” hacia Él.   La universidad es una etapa nueva e intimidante, y posiblemente sea la primera de muchas experiencias que llene de miedo, por ejemplo: casarse, buscar un nuevo empleo, educar a hijos, pero finalmente el enfoque y dirección final siempre tiene que ser el mismo: hemos de seguir a Jesús.

  1. Aunque quizás estés pasando por una situación que no parezca tener salida, recuerda que siempre puedes nadar en dirección a Jesús.
  2. Reconoce a Jesús y nada hacia Él.

HG/MD

“Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: ¡Es el Señor!  Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó el manto, pues se lo había quitado, y se tiró al mar.” (Juan 21:8).