Lectura: Josué 20:1-9
Desde tiempos inmemoriales hemos tenido conflictos que obligan a las personas a salir de los lugares donde viven, para refugiarse en otras ciudades o países en los cuales encuentran protección y una vida mejor.
Este tema no es nada nuevo, ya que en los tiempos de Josué existían las ciudades refugio; en el capítulo 20 vemos que se establecieron para brindar seguridad a quienes, tras un homicidio accidental sin premeditación, huían de algún pariente “vengador de la sangre” (Josué 20:3). En estas ciudades encontraban protección y seguridad.
En la actualidad, las personas siguen buscando refugio, aunque por otras razones. Sin embargo, por más beneficios materiales que ofrezcan esos “santuarios”, no pueden suplir por completo las necesidades espirituales de los refugiados y los fugitivos, ya que tal reposo sólo puede encontrarse en Dios.
Aquellos que caminan con Él encuentran verdadero amparo y seguridad. Cuando Israel fue exiliado, el Señor declaró: “por un breve tiempo he sido para ellos un santuario en los países a donde han llegado” (Ezequiel 11:16).
Podemos unirnos al salmista para decirle confiadamente al Señor: “Tú eres mi refugio; me guardarás de la angustia; con cánticos de liberación me rodearás” (32:7).
- Podemos decirle confiadamente al Señor, que necesitamos su protección.
- Gracias Señor porque sólo en ti encontramos salvación para nuestras almas.
HG/MD
“Tú eres mi refugio; me guardarás de la angustia y con cánticos de liberación me rodearás” (Salmos 32:7).
🛡️ Dios es mi refugio
Cuando todo falla, cuando me siento inseguro, cuando el mundo aprieta… en Él encuentro paz y protección.
✨ No necesito buscar más, porque solo en Dios está mi descanso.