Lectura: Levíticos 23:33-44

Contrario a lo que muchos piensan, Dios no es un aguafiestas quien camina siempre con el ceño fruncido buscando a quien eliminar por sus errores, y más cuando sus hijos e hijas se divierten de alguna forma.  La fiesta de los Tabernáculos es una muestra de ello.  Esta fiesta duraba 5 días y se celebraba luego del día anual de la expiación, que consistía de un día de ayuno en el cual los israelitas expresaban la tristeza por sus pecados (Levítico 23:26-32).

Los tabernáculos eran construcciones tipo cabaña, muy rústicas, que servían a Israel para recordar las moradas temporales que tuvieron mientras sus antepasados caminaron 40 años en el desierto.  La fiesta de los Tabernáculos, era también conocida como la fiesta de la siega (Éxodo 23:16), y representaba la bendición de Dios sobre la cosecha, así como el descanso final y las bendiciones futuras para el pueblo de Dios.

Todas las personas se unían a la semana de la adoración, regocijo y celebración (Deuteronomio 16:13-14).   Tan sólo imagínate a todos aquellos niños, saludando y jugando con otros niños a quienes no habían visto desde hacía un año; en la fiesta había comida para todos, hogueras bajo el cielo estrellado, familias compartiendo, y en sí, toda la nación celebraba el perdón y la libertad.

Dios usaba las fiestas para enseñar a Su pueblo la estrecha relación que existe entre los aspectos espirituales y los físicos.  Los tiempos de abundancia y bendición de la cosecha, debían celebrarse con gozo ante el Señor, pero también, dentro de ese gozo, debía existir el espacio para la incomodidad de los tabernáculos que los hacía recordar los tiempos en el desierto de la vida.  Con esto Dios les estaba diciendo que Él se toma muy en serio el pecado y sus consecuencias, pero que también es misericordioso con su perdón, el cual expresa de forma abundante, satisfaciendo lo que realmente no hace falta.

  1. Demos gracias por Su perdón.
  2. Demos gracias por sus bendiciones.

HG/MD

“Agradeceré al Señor en gran manera con mi boca; en medio de muchos le alabaré” (Salmos 109:30).