Lectura: Salmos 99:1-9

Estaba pastoreando las ovejas de su suegro, con las implicaciones que eso tenía: estar al tanto de los animales, buscar zonas donde pudieran comer y saciar su hambre, y sobre todo estar al cuidado para evitar que algún animal intentara herirlas.  En medio de ese trabajo, su mirada fue atraída hacia algo que también era común, un arbusto estaba siendo consumido por el fuego; cuando se acercó, se maravilló por lo que veía, a pesar de estar ardiendo no se quemaba y lo que pasó después fue aún más increíble, pudo oír una voz que decía: “Quita las sandalias de tus pies, porque el lugar donde tú estás tierra santa es” (Éxodo 3:5).

Josué a su vez tuvo una experiencia similar al estar cerca del Capitán del Ejército del Señor, muchos dicen que es una Cristofanía (una aparición de Jesús en el Antiguo Testamento), quien le dijo: “Quita las sandalias de tus pies, porque el lugar donde tú estás santo es” (Josué 5:15).

Tanto la experiencia de Moisés como la de Josué, muestra en definitiva que Dios es santo y exige nuestra reverencia y respeto.  Si bien es cierto a los creyentes se nos insta a acercarnos “con confianza al trono de Dios” (Hebreo 4:16), aun debemos estar conscientes que esto no hubiera sido una realidad sin el sacrificio salvífico de Jesús, lo cual debe ser suficiente motivación para entender que nunca deberíamos tratar a Dios de una manera irrespetuosa y que nunca debemos profanar su nombre.

Dios no es distante, tampoco es simplemente el que esta “allá arriba”.  Es Santo, es Magnifico, merecedor de toda honra, Todopoderoso, Consejero, Príncipe de Paz (Isaías 9:6); demostremos que realmente le amamos y respetamos.

  1. La verdadera adoración reconoce que Dios es verdaderamente digno de alabar. Y no lo olvides, Dios sigue siendo Santo.
  2. Gracias Señor por tu amor inmerecido.

HG/MD

“¡Exalten al Señor, nuestro Dios! Póstrense ante el estrado de sus pies porque él es santo” (Salmos 99:5)