Mártires de la fe
Ana María – Eslovaquia
Ana María era una joven creyente eslovaca, permaneció por meses en la cárcel debido a que estaba involucrada con la iglesia clandestina. La llevaban con regularidad a una habitación donde un guardia la golpeaba para obtener información acerca de otros cristianos en su iglesia.
Por la gracia de Dios logró resistir. Incluso utilizó esos tiempos para hablarle al guardia del amor de Jesús. El guardia se burló.
“Si no me cuentas los secretos de la iglesia clandestina, te golpearé hasta acabar con todos tus amores”.
Ella le contestó: “Yo tengo un amor, el más dulce de todos. Él es amor, no busca placer, sino que procura llenar a otros de gozo. Desde que conozco a este amor mío, también he aprendido a amar como él. Usted ahora ama al odio. Yo le pido que ame al amor”.
El guardia estaba tan enojado que la golpeó hasta que ella se desmayó. Cuando volvió en sí, lo vio sentado con mucha tranquilidad como si estuviera pensando profundamente. Al final preguntó: “¿Quién es ese amor suyo?»
Ana María le dijo todo acerca de Jesús y por qué vino Él.
Cuando el guardia le preguntó que es lo que debía hacer para que Jesús fuera su amor también, ella le compartió el plan de salvación tan cual y simple es: “Reconocer nuestro pecado, arrepentirse y aceptar que sólo mediante el sacrificio salvífico de Jesús en la cruz y posterior resurrección, podemos obtener vida eterna”.
“Entonces quiero ese regalo de Dios de inmediato, sino la mataré”, exigió el guardia.
Ella le explicó que ese regalo era gratuito y que sólo debía confesar con su boca que había deposita su fe en la obra de Jesús, tal cual se lo había explicado, reconociendo su necesidad de salvación. Más tarde, este mismo guardia que había golpeado a tantos creyentes, ahora se había convertido en uno de ellos y recibía el mismo trato que el había propinado, pero ahora con su fe puesta en Jesús.
…Esta es la palabra de fe que predicamos: 9 que si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y si crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo. 10 Porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se hace confesión para salvación.
Romanos 10:8-10 (RVA-15)
Cuando las personas están enamoradas, se lo dicen a todo el mundo. Se lo dicen a sus familiares, a sus amigos, a sus vecinos y a cualquiera que quiera escucharlo. El amor de los consume tanto que no pueden evitar hablar acerca de su amado. De la misma manera, el reconocer públicamente a Jesús como nuestro Salvador y Señor es una declaración pública de estar identificado con Cristo y su comunidad de estar enamorado de Jesús.
Nuestro amor por Cristo nos motiva a proclamarle al mundo nuestro compromiso. Aun si no nos amenazan, ¿tenemos el valor de hablar de nuestro amor por Jesús?
Adaptado de: Devoción extrema – La Voz de los Mártires