Lectura: Santiago 3:13-4:6

El coro de una escuela secundaria cristiana había viajado Inglaterra para ministrar en varias iglesias allí.  Un día después de que los jóvenes habían cantado en una de las iglesias, un miembro de una de ellas, se dispuso a conversar con el director de la escuela, que estaba en el viaje como acompañante.

El inglés era un nuevo creyente y estaba entusiasmado con su fe.  Él preguntó: “¿Son estos los mejores cantantes en su escuela? ¿Es esto todo el coro?”

El director le explicó que se trataba de un grupo selecto de jóvenes, elegidos no sólo por su canto, sino también por su testimonio cristiano y su caminar con el Señor.

“Nosotros no queremos que ningún muchacho problemático esté en el coro”, explicó el director.

El nuevo creyente se sorprendió. “¿Problemático? ¿Por qué un creyente se convierte en un problemático?”

De hecho, esa fue una muy buena pregunta. El hombre posiblemente no tenía mucho entrenamiento bíblico, pero sabía de una verdad segura: El término “creyente problemático” es un oxímoron del latín “contradictio in terminis”, dentro de las figuras literarias en retórica, es una figura lógica que consiste en usar dos conceptos de significado opuesto en una sola expresión.  Por supuesto estas dos palabras (creyente problemático) no deberían ir nunca juntas.

1. Los que pertenecemos a Jesucristo y afirmamos ser sus seguidores deberíamos ser conocidos como pacificadores (Mateo 5:9), nunca como alborotadores o problemáticos.

2. ¡Nunca invites a los problemas, ellos siempre aceptarán tu invitación!

NPD/DB