Lectura: Job 20:4-23

Un despistado profesor de biología siempre salía de la casa cargando su maletín y dos bolsas de papel, una con su almuerzo y otra donde comúnmente llevaba lo que necesitaría para su clase.

Ese día en particular realizarían la disección de una rana, por su experiencia sabía que, en esta clase en particular, habría algunas personas con estómago frágil que recordarían lo que habían comido en la mañana, y que incluso en el pasado este tipo de experiencia había provocado desmayos.

Inició su clase con estas palabras: “Henos aquí en esta clase, esperada por muchos, hoy haremos una disección de una rana”.  Así que abrió la bolsa de papel y para su sorpresa encontró un emparedado de jamón.  “¡Qué extraño!” dijo: “Recuerdo haberme comido mi almuerzo”.

En la lectura devocional en el libro de Job capítulo 20, se nos habla de una persona quién reconoció que el mal puede saber bien, a pesar de todo el daño que pueda causarnos.  Su amigo Zofar erróneamente le indicó a Job que estaba sufriendo a consecuencia de su pecado, el principio que usó era correcto, una persona que se alimenta del pecado con el tiempo se dará cuenta de los problemas que ello le traerá.

¿Eres consciente de todo lo que consumes?  No estoy hablando de comida, estoy hablando de palabras, imágenes y pensamientos que permites que entren a tu mente, debes tener cuidado pues si no eres cuidadoso con lo que dejas entrar a tu vida, las consecuencias pueden ser muy fuertes e incluso mortales para ti y para los que están a tu lado.

  1. Tu vida no debe caracterizarse por despistes o ligerezas a la hora de tomar decisiones, debes tener siempre presente quién eres en Cristo y que eres Su representante en este mundo (2 Corintios 5:20-21).
  2. Sino quieres cosechar los frutos del pecado, debes mantenerte alejado del huerto de satanás (Gálatas 5:19-21).

HG/MD

“Pero el fruto del Espíritu es: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio propio. Contra tales cosas no hay ley” (Gálatas 5:22-23)