Lectura: Mateo 14:22-33
Hace ya algunos años aprendí cómo nadar; en los primeros días solía aferrarme a la orilla de la piscina, pues aún tenía terror de soltarme y flotar. Incluso, estuve a punto de abandonar, pero el profesor que me estaba enseñando, me dijo: “No tengas miedo, si algo sucede para eso estoy acá, para sostenerte y si es necesario salvarte”. Entonces, seguí practicando y con los años he mejorado bastante.
Es muy normal que tratemos de evitar los riesgos. Rehusamos dejar la seguridad de lo ya conocido por temor a fracasar, lastimarnos o hacer el ridículo. Pero, si permitimos que el miedo nos domine terminaremos paralizados.
En nuestra lectura devocional leímos cómo Pedro caminó sobre el agua y, la razón de su aparente fracaso fue apartar los ojos de Jesús, mirando las circunstancias adversas que lo rodeaban (Mateo 14:22-33); no obstante, me parece que no es tan común que alguien se refiera a la actitud del resto de los discípulos. Viéndolo de una forma muy positiva, Pedro tuvo éxito, ciertamente sintió miedo, pero, aun así, fue el único que respondió al llamado de Jesús. Tal vez los que fracasaron totalmente fueron aquellos que nunca lo intentaron.
- Nuestro Señor Jesús arriesgó todo por nosotros. ¿Qué estamos dispuestos a arriesgar por Él?
- Que sientas miedo no es algo malo, lo que sí sería una lástima es que el miedo no te permita actuar y hacer lo necesario para superar ese miedo.
HG/MD
“En seguida Jesús les habló diciendo: ¡Tengan ánimo! ¡Yo soy! ¡No teman!” (Mateo 14:27).
En la vida vamos a sentir miedo, pero si ponemos nuestra confianza en Dios, se van los miedos