Lectura: Jeremías 17:5-10

En la India han desarrollado una forma particular de construir puentes; este gran país tiene muchos ríos y debido a sus corrientes comúnmente son muy caudalosos.

También es conocido que este país tiene muchas limitaciones económicas, lo cual ha motivado a sus habitantes para desarrollar una gran creatividad en el manejo de los recursos que se encuentran a su disposición, así que pensaron en puentes vivientes utilizando las raíces los árboles gomeros, mismos a los que les lleva de entre diez a quince años madurar, pero, una vez que se forman son sumamente estables y duran cientos de años.

De la misma manera la Palabra de Dios compara a la persona que confía en Dios con el “árbol plantado junto a las aguas y que extiende sus raíces a la corriente” (Jeremías 17:8). Como sus raíces están bien alimentadas, este árbol soporta temperaturas extremas y, durante las sequías sigue dando fruto.

Como un árbol sólidamente arraigado, los creyentes que dependen de Dios tienen una sensación de equilibrio y vitalidad a pesar de atravesar las peores circunstancias. Por el contrario, aquellos que ponen su confianza en otros seres humanos suelen vivir con una sensación de inestabilidad. La Biblia los compara con arbustos del desierto que, con frecuencia, están desnutridos y solos (Jeremías 17:6). Lo mismo sucede con la vida espiritual de las personas que abandonan a Dios.

  1. ¿Dónde están nuestras raíces? ¿Estamos arraigados en Jesús? (Colosenses 2:7).
  2. ¿Somos un puente viviente que guía a otros hacia Él? Si conocemos a Cristo, podemos dar testimonio de esta verdad: Bienaventurados son aquellos que confían en el Señor (Jeremías 17:7).

HG/MD

“Firmemente arraigados y sobreedificados en él, y confirmados por la fe así como han sido enseñados, abundando en acciones de gracias” (Colosenses 2:7).