Lectura: Lucas 14:25-33
Hace más de 20 años, los programadores de computadoras cometieron un grave error cuando decidieron usar dos dígitos en vez de cuatro, a la hora de indicar el año del software en sus cálculos. Tratar de ahorrar dos espacios en la memoria les causó un gran problema, pues nunca pensaron en el hecho de que el siglo cambiaría y por lo tanto, sus programas se confundirían al no poder distinguir en que año se encontraban cuando el cambio de siglo viniera, y algunos programas de cómputo mostrarían a sus usuarios que estaban en el año 1900 en lugar del 2000.
Esto fue definido como el problema del año 2000, e hizo que las compañías gastaran millones de dólares con el fin de que sus programas no tuvieran problemas de cómputo, ni perdieran millones de dólares en transacciones. Gracias a estos cambios realizados por las empresas, los problemas se minimizaron, pero fue una lección aprendida con un alto costo.
En nuestro andar con Jesús también debemos calcular el costo. Él dejó esto claro en Lucas 14 cuando habló de lo que se requiere para ser un discípulo: amarlo más que a nuestros seres queridos, más que a la más valiosa de nuestras posesiones e incluso que a nuestra propia vida.
- Dedicar la vida para el servicio de Cristo y los demás, debe ser una de las experiencias más gratificantes de nuestra vida; no obstante, ser un discípulo demanda un gran precio y debemos calcular el costo de seguirlo.
- Seguir a Cristo cuesta más que todo, a excepción de no seguirlo.
HG/MD
“En esto es glorificado mi Padre: en que lleven mucho fruto y sean mis discípulos” (Juan 15:8).