Lectura: Mateo 5:13-16

Quizás no lo sepas, pero antes de que existieran los satélites y los sistemas de posicionamiento global, los navegantes confiaban en los faros para que los guiaran a la seguridad cuando las tormentas o la oscuridad les impedían ver la anhelada costa.

Existen de todos los tamaños, formas y colores, pero cada uno tiene un encanto y una belleza peculiares. En las publicaciones en redes, libros y calendarios, aparecen imágenes de faros.  Algunas personas tienen la afición de buscar estas estructuras para tomarse fotos junto a ellas.

Sin embargo, los faros no fueron construidos para ser el objeto de una buena imagen para las redes sociales, sino para guiar a los marineros a un lugar seguro. Hasta se podría decir que cuando la gente los está admirando en el día, no están haciendo su trabajo, pues un faro es más eficaz cuando su luz se ve. Los fotógrafos y los turistas se concentran en el color y la arquitectura, pero los marineros saben que la parte importante es la luz que llevan dentro. Sin esa luz, los faros son inútiles.

Existen muchas ocasiones cuando nos sentimos inútiles para todo el mundo, inclusive para Dios. Empezamos a olvidar lo que Jesús dijo, que somos la luz del mundo, ya sea que tengamos ganas o no (Mateo 5:14). Jesús también dijo que no debemos ocultar las luces debajo de un cajón (v.15); tampoco debemos “ocultarlas” pasando tiempo únicamente con otros creyentes. Las luces son más eficaces y cumplen verdaderamente su propósito cuando están en un lugar oscuro.

  1. Cuando Jesús envió a sus discípulos al mundo, les dijo que la gente hallaría a Dios viendo su testimonio (v.16).
  2. No nos equivoquemos, no estamos en este mundo para ser admirados, nuestro propósito más bien es ser la luz que guía a las personas a Dios.

HG/MD

“Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad asentada sobre un monte no puede ser escondida” (Mateo 5:14).