Lectura: Salmos 28:1-9
Mientras yo estaba enseñando en una universidad cristiana, un joven talentoso llamó mi atención. Necesitaba un curso más para graduarse, por lo que decidió pedirme que si yo le podía dedicar más tiempo para él, con el fin tener un estudio individualizado de las Escrituras. Supuse que él estaría muy agradecido si yo aceptaba su petición, a pesar de que esto requería un trabajo extra de mi parte. El decano de la universidad de acuerdo con la idea, debido a las habilidades del joven.
Pero, ¡qué dolor de cabeza fue toda esta situación! Faltó a las reuniones pactadas, no atendió a los plazos de entrega de los trabajos, y rechazó mis evaluaciones de sus análisis. Incluso entregó su última asignación, apenas unas horas antes de la graduación.
Después de todo lo que se hizo por él, uno pensaría que él habría de estar agradecido. Pero él no expresó una sola palabra de agradecimiento en el día de graduación, ni en todos los años desde entonces.
Yo no quiero volver a tratar con este tipo de personas. Prefiero ser como David. Cuando él estaba en serios problemas, clamaba por la ayuda del Señor (Salmo 28:1-2). Después, se acordó de dar a Dios gracias por la ayuda prestada a él ( vv.6 -7) . De hecho, el corazón agradecido de David hacia el Señor, es evidente en todo el libro de los Salmos.
1. ¿Qué pasa con nosotros? ¿Tenemos una respuesta ingrata hacia la gracia del Señor? ¿O somos, como David, expresando sin cesar nuestro agradecimiento a Dios por su bondad?
2. ¿Hay alguien cuya bondad he estado dando por sentado? ¿Cómo puedo mostrar a esa persona gratitud hoy? ¿De qué manera puedo mostrar mi gratitud a Dios?
3. Cuando cuentas las bendiciones del Señor, debes multiplicar tu gratitud hacia Él.
NPD/DCE