Lectura: 1 Juan 1:5-2:10

Hace ya algunos años sucedió un extraño incidente en el que estuvieron involucrados los 155 pasajeros de un avión de Indian Airlines y un grupo de secuestradores.  Luego de pasar 8 días como rehenes de estos hombres armados, y de conseguir algunas de sus exigencias; el más rudo de los secuestradores hizo una última petición: “Lo siento, pero todos tienen que decir que estoy perdonado”.  Cuando los incrédulos pasajeros lo miraron y le dijeron entre miedo y duda: “Te perdonamos”, los secuestradores desaparecieron y no los volvieron a ver.

Esto suena absurdo, ¿cómo este hombre pudo hacer ese tipo de petición a personas que habían sido aterrorizadas por él?  Algo similar sucedió con nosotros, pues antes de recibir el perdón de Dios, éramos por naturaleza desobedientes, tal como lo dice Efesios 2:1-2: “En cuanto a ustedes, estaban muertos en sus delitos y pecados, en los cuales anduvieron en otro tiempo conforme a la corriente de este mundo y al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora actúa en los hijos de desobediencia.”

El apóstol Juan también escribió: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9). La palabra “confesar” significa: “decir lo mismo o estar de acuerdo”.  Cuando confesamos nuestros pecados a Dios, estamos de acuerdo con Él respecto a nuestro pecado, nuestra necesidad de ser perdonados y de perdonar a otros (Mateo 6:15).

  1. Nadie es verdaderamente libre sin perdón, todos necesitamos el perdón de Dios y las personas que nos rodean necesitan el nuestro.
  2. Reconocer nuestros errores es la llave que abre la puerta del perdón.

HG/MD

“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9)