Lectura: Marcos 15:22-39

Se cuenta la historia de un misionero que llegó a una remota tribu, en la cual hasta ese momento, no habían oído hablar de la vida y obra de Jesús.  Desde que llegó, por varios días les contó la historia del Señor, y el jefe de la tribu que al inicio sentía desconfianza del extraño individuo, poco a poco fue atraído hacia esta interesante y única historia; así cada vez más a menudo se acercaba a oír con detenimiento, todo lo que aquel hombre les decía acerca de este Hijo de Dios.

Cuando el misionero, llegó a la semana del relato sobre la pasión y muerte de nuestro Señor, el jefe escuchó de toda la crueldad con que injustamente trataron a Jesús, los golpes, los juicios, la traición, la ira y el odio, no pudo soportarlo más y gritó: “¡Deténgase! ¡Por favor bájenlo de la cruz! ¡Yo soy el que tengo que estar ahí, no este Justo!  El jefe había comprendido el extraordinario e inmerecido mensaje del evangelio, entendió que él era el pecador y que nuestro Señor no tenía pecado y aun así quiso morir por nosotros. Ese fue el momento de decisión para el jefe de la tribu.

Hoy te pido, que nuevamente consideres por un momento la escena del Hijo de Dios, clavado en la cruz en agonía, su cuerpo golpeado y su sangre brotando, ¿puedes decir de todo corazón: “¡Yo soy el que tuvo que haber estado ahí!”?   Hoy también puede ser tu momento decisivo, puedes dar el paso al frente y poner tu confianza en Jesús como Salvador y Señor de tu vida, y puedes declarar como Pablo: “Con Cristo he sido juntamente crucificado; y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en la carne, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios quien me amó y se entregó a sí mismo por mí.” (Gál.:2:20).

Recuerda, Jesús en verdad tomó tu lugar y murió por ti y por mí, Él llevó sobre sí nuestra culpa y abrió el camino para llevarnos a tener una relación real y creciente con Dios.  Si aceptas Su regalo de amor, Él te dará Su justicia y serás salvo.

  1. Si puedes decir: ¡yo soy el que debería estar ahí!, entonces estarás un paso más cerca de tu Señor.
  1. Jesús ocupó mi lugar en la cruz, para darme un lugar en el cielo.

HG/MD

“Porque Cristo también padeció una vez para siempre por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios; siendo a la verdad muerto en la carne pero vivificado en el espíritu” (1 Pedro 3:18).