Lectura: Salmo 50:7-15

Podemos llegar a pensar que el tiempo de adoración en la iglesia es un tiempo de esparcimiento.  Y en este sentido, en ocasiones podemos considerar el tiempo en la iglesia como si estuviéramos en un teatro, un lugar donde nos sentamos en las bancas y miramos con atención a las personas, que, como actores, están frente a nosotros dirigiendo el servicio.

Si nos “entretienen” lo suficiente, entonces mostramos nuestro reconocimiento con un aplauso o con una palmada en la espalda del ministro.  Sin embargo, la iglesia debe ser lo opuesto al teatro, Dios es quién recibe el reconocimiento y nosotros tenemos el privilegio de formar parte del elenco que preparó la actividad en su honor y para nuestro crecimiento.

En verdad lo más importante en el servicio de la iglesia, tiene lugar dentro del corazón de la congregación, no en el púlpito; el edificio tan sólo es un lugar donde nos reunimos, y no deberíamos regresar a nuestras casas luego de un servicio en la iglesia, preguntándonos: ¿qué recibí?, sino, ¿qué di de mi parte para ser más iglesia, menos yo y más nosotros?

Es interesante pensar que los israelitas a pesar de tener un sistema de sacrificios bien detallado, no entendían lo que había detrás de ello, en realidad no era Dios quién necesitaba esos animales, debido a que en realidad ya eran suyos: “No tomaré toros de tu casa ni machos cabríos de tus rediles porque míos son todos los animales del bosque, los millares del ganado en mis montes” (Salmo 50:9-10); eran ellos quienes estaban mal, era su pecado, era el precio que debían pagar, era la obediencia y la alabanza sincera lo que Dios estaba pidiendo de ellos: “El que ofrece sacrificio de acción de gracias me glorificará, y al que ordena su camino le mostraré la salvación de Dios” (v.23).

No estamos en contra de un servicio creativo y dinámico, de hecho, todos nuestros servicios deberían ser frescos y sazonados con la Palabra de Dios, lo que debemos entender es que quienes en verdad necesitamos el servicio en la iglesia somos nosotros, para poder expresar en espíritu y en verdad lo que Dios significa en nuestras vidas.

  1. A Dios le interesa “…el espíritu quebrantado. Al corazón contrito y humillado no desprecias tú, oh Dios” (Salmos 51:17).
  2. El servicio en la iglesia es un tiempo que nosotros necesitamos para expresar lo que sentimos y le debemos a Dios.

HG/MD

“Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado. Al corazón contrito y humillado no desprecias tú, oh Dios”. (Salmos 51:17).