Lectura: Génesis 1:26-31

Un hombre era propietario de una mueblería, pero el negocio tenía problemas desde hacía bastante tiempo; no vendía lo que producía, y de hecho iba camino a la bancarrota, él también se menospreciaba al compararse con su hermano quien era un abogado exitoso.

Un día decidió pedirle consejo a un buen amigo experto en negocios, y lo que decidieron hacer fue centrarse en las oportunidades que todo negocio ofrece si está bien diseñado y construido, y no en lo que estaba mal.

La primera acción que implementaron fue cambiar el mercadeo, resaltando el hecho de que sus muebles, a diferencia de muchos, eran hechos a mano, muchos de ellos construidos con madera rescatada de otros muebles que él mismo rediseñaba dándoles una nueva apariencia.  Particularmente, esta característica los haría atractivos para personas que adoran la conservación.

Otro consejo que le dio, fue que debía resaltar el hecho de que era un artesano de la madera desde su niñez, y en los negocios una buena historia le agrega un valor que los clientes perciben; le hizo ver que las personas aprecian ese tipo de detalles. Finalmente, este hombre se dio cuenta que lo importante es hacer el trabajo con calidad como para el Señor (Colosenses 3:22); que no tenía razón para sentirse mal y no debía compararse con personas que habían elegido otros caminos como por ejemplo, profesiones a las cuales dedicarse. 

¡Qué gran diferencia cuando comprendemos que estamos hechos a la imagen de Dios!  Las barreras de discriminación, raciales, sociales, o de cualquier otro tipo, caen cuando tenemos claridad en que todos tenemos diferentes talentos que son tan valiosos y necesarios, como los miembros de un cuerpo que juntos hacen que todo funcione como debe ser (1 Corintios 12:12-26).

  1. Señor perdónanos porque muchas veces nos consideramos mejores que otros; o cuando por el contrario, creemos que no tenemos valor; enséñanos a comprender que tu viniste a morir por todos y cada uno de nosotros, por seres que te necesitan y se necesitan unos a otros.
  2. Nuestro valor no se mide por lo que logramos, sino por Aquel quien nos hizo.

HG/MD

“Creó, pues, Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó.” (Génesis 1:27)