Lectura: Colosenses 3:12-25

Hace algún tiempo trabajé en un edificio con muchos pisos de altura, con todas las implicaciones que ello conlleva.  Estos edificios son más sensibles a los vientos y a otros movimientos naturales como los temblores, comúnmente también tienen problemas si es necesaria una evacuación de emergencia; no obstante, en general es como trabajar en cualquier otro lugar.

Pero, una de las cosas que siempre pensé es que difícilmente trabajaría limpiando los vidrios en el exterior de un edificio, así que un día le pregunté a una de las personas que trabajaba en esta labor si la paga era buena, y su respuesta de inmediato me sorprendió, su salario era tan solo un poco más elevado que el de una aseadora, pero seguidamente agregó: “Gracias a Dios tengo este trabajo, hay muchas personas que no tienen un trabajo que le permita llevar dinero a su familia”.

Debo de admitir que esa actitud de agradecimiento me hizo sentir un poco culpable, ya que cuando las circunstancias se vuelven difíciles, muy a menudo perdemos nuestra actitud de agradecimiento.

El apóstol continuamente nos recuerda en sus cartas la necesidad de mantener un espíritu agradecido, por ejemplo, en Colosenses leemos lo siguiente: “Y la paz de Cristo gobierne en su corazón, pues a ella fueron llamados en un solo cuerpo, y sean agradecidos” (Colosenses 3:15), también a los tesalonicenses les dice lo siguiente: “Den gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para ustedes en Cristo Jesús” (1 Tesalonicenses 5:18).

  1. Así que, aun en los momentos no tan agradables podemos permitir que la paz de Dios gobierne nuestros corazones, siendo agradecidos con lo que tenemos.
  2. Es sumamente fácil quejarnos, lo difícil es agradecer por lo que ya tenemos.

HG/MD

“Y la paz de Cristo gobierne en su corazón, pues a ella fueron llamados en un solo cuerpo, y sean agradecidos” (Colosenses 3:15).