Lectura: Efesios 6:1-4

Me encontraba haciendo algunas compras en una tienda por departamentos, cuando de repente un hombre entró con una mirada furiosa, exigiendo la garantía por un artículo que había comprado hacía algún tiempo.  La dependiente le explicó que su garantía había expirado hacia hace más de un mes.  Cuando el hombre comprendió que no conseguiría lo que quería, empezó a insultar y a maldecir por varios minutos mientras que una pequeña de unos 6 años estaba a su lado con una mirada asustada. 

Finalmente, terminó de su reclamo cuando amenazaron con llamar a la policía si seguía con esa actitud, así que se fue, no sin antes decir una vez más muchos insultos hacia la tienda, mientras que la niña le acompañaba a su lado.

Me pregunté si la pequeña era su hija, de ser así, ¿qué pudo haber aprendido de todo aquel reclamo de su padre?  Y más que eso, pensé sobre que pueden ver y aprenden otros de mi, cuando me enfrento a una circunstancia en la que creo me han ofendido o me han herido.  Por supuesto las personas ven mucho más de lo que creemos y sobre todo los pequeños, quienes están formando su carácter y al ver malos ejemplos pueden ser influenciados a creer que esa es manera de resolver los problemas.

Este tipo de situaciones nos debe hacer meditar en nuestra relación con Jesús y el ejemplo que damos a otros y es mucho más trascendental cuando se trata de las relaciones Padres/Madres e hijos/as, el apóstol Pablo nos dice lo siguiente al respecto: “Y ustedes, padres, no provoquen a ira a sus hijos, sino críenlos en la disciplina y la instrucción del Señor” (Efesios 6:4).  Sólo cuando nos sometemos a la disciplina del Padre Celestial, seremos capaces de trasladar esos mismos principios a nuestros niños.

  1. Aunque no lo creas hay personas que te observan y sobre todo jóvenes y niños que se encuentran decidiendo que harán con sus vidas y Dios.  ¿Qué están aprendiendo de ti?
  2. Nuestras acciones siempre hablarán mucho más alto que nuestras palabras.

HG/MD

“Y ustedes, padres, no provoquen a ira a sus hijos, sino críenlos en la disciplina y la instrucción del Señor” (Efesios 6:4).