Lectura: Efesios 6:1-9

Seis meses antes de que su padre muriera de cáncer, este le escribió una carta.  Las circunstancias de aquel hijo eran un tanto inciertas, ya que acababa de dejar la seguridad de un trabajo estable y se había embarcado en la aventura de un trabajo independiente.

Su papá le escribió lo siguiente: “Yo te conozco, sé cuál es tu trasfondo, y estoy bastante seguro de que entiendo tus metas y el tipo de emprendedor que esperas hacer y el mensaje que deseas transmitir con tu decisión.   Mantente firme, y que el Señor te bendiga.   Si alguna vez tienes problemas de billetera, y necesitas un poco de dinero en efectivo, házmelo saber.  Creo que sé dónde puedo obtener un poco de efectivo de emergencia”.

Cuando su papá le envió esa carta, el hombre tenía 30 años, una esposa y dos hijos.  Sin embargo, él seguía siendo su hijo y sabía que necesitaba aliento.  Seguía ejerciendo su paternidad, en el mejor sentido de la palabra.

Cuando la Biblia les dice a los padres que eduquen a sus hijos “…críenlos en la disciplina y la instrucción del Señor.” (Efesios 6:4), esta instrucción no tiene al tiempo como limitante.   Conforme los niños crecen, si bien es cierto, existen cambios en roles de los padres, sin embargo, la responsabilidad de la atención por ellos y ellas sigue siendo la misma.  Amar, entrenar, aconsejar y alentar nunca pasarán de moda.

El hombre todavía tiene esa carta.  Y sigue estando agradecido por el hombre que nunca dejó de ser su padre.

  1. La mayoría debemos estar agradecidos con nuestros padres, ellos son regalos especiales del Señor para ti; ayúdanos a mostrar que les honramos, en lo que decimos y hacemos.
  2. Los mejores padres no sólo nos dan la vida, también nos enseñan cómo vivir.

HG/MD

“Vengan, oh hijos, escuchen; el temor del Señor les enseñaré” (Salmos 34:11).