Lectura: 2 Corintios 5:12-21

Al mirar hacia atrás parece muy poco realista que hace 60 años, en muchos países todavía existían rótulos en los cuales decía: “sólo para blancos”.  Se cuenta que, en la banca de una escuela que indicaba eso, se sentaron cuatro jóvenes negros. 

En ese momento de claro desafío al sistema, vieron que se acercaba una anciana blanca, y se empezaron a decir entre ellos que seguramente aquella mujer les reclamaría o los insultaría.  Cuando pasó a su lado, les puso las manos sobre sus hombros y les dijo: “¡Muchachos estoy tan orgullosa de ustedes!”.

Aquella experiencia marcó la vida de estos jóvenes y les enseñó que nunca se debe de estereotipar a nadie, tal como a ellos no les gustaba ser juzgados por tener una diferente cantidad de melamina en la piel.

En la iglesia del siglo I, así como en la nuestra actualmente, suele fracturarse por divisiones basadas en el lugar de origen, edad, el idioma y hasta la cultura.   Pablo les escribió a los seguidores de Jesús en Corinto, para ayudarlos a responderles a aquellos que se preocupaban más por la apariencia externa que por lo que está en el corazón (2 Corintios 5:12). El apóstol señaló que, como Cristo murió por todos, “aun si hemos conocido a Cristo según la carne, ahora ya no lo conocemos así” (v. 16).

  1. Cuando aceptamos el regalo de salvación de nuestro Señor Jesús, esto nos incorpora al Cuerpo de Cristo que está integrado por personas de todas las nacionalidades.
  2. Seamos como el Señor quien ve nuestros corazones y no las apariencias.

HG/MD

“Pero el Señor dijo a Samuel: No mires su apariencia ni lo alto de su estatura, pues yo lo he rechazado. Porque el Señor no mira lo que mira el hombre: El hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero el Señor mira el corazón” (1 Samuel 16:7).