Lectura: Mateo 9:35-10:4

Se cuenta una historia en la que D.L. Moddy asistía a una convención sobre la importancia de la evangelización masiva, pero Moody no se limitó tan sólo a hablar, le dijo a un amigo músico que se encontraran en una esquina de la ciudad y empezará a tocar música variada. Cuando se había reunido un buen número de personas, Moody pausó la música y empezó a compartirles el evangelio de una forma dinámica. Al terminar su presentación del evangelio, invitó a los presentes a la convención a la que él estaba asistiendo.

El auditorio se llenó de personas que estaban espiritualmente hambrientas, y les amplió lo que había empezado a compartirles en las calles.   Moody dejó de predicar cuando empezaron a llegar los asistentes a la convención y les dijo a las personas que lo escuchaban: “Ahora debemos terminar, pues los hermanos de la convención desean hablar del tema: ¿Cómo llegar a las masas?”

Cuando el Señor veía las multitudes tenía “compasión de ellas” (Mateo 9:36), luego les decía a sus discípulos: “A la verdad, la mies es mucha, pero los obreros son pocos.  Rueguen, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies” (Mateo 9:37-38), y después de ello los envió a predicar las buenas nuevas del reino (Mateo 10:1).

Aunque en realidad no sabemos el número exacto de la población que es seguidora de Cristo como Señor y Salvador, por experiencia y testimonio podemos pensar que no somos mayoría; debemos llevar las buenas nuevas del evangelio a quienes necesitan oírlas, pues “somos embajadores en nombre de Cristo; y como Dios los exhorta por medio nuestro, les rogamos en nombre de Cristo: ¡Reconcíliense con Dios!” (2 Corintios 5:20).

  1. Como sus discípulos, no nos limitemos a hablar de la necesidad de enviar a personas a predicar. Es nuestro privilegio orar e ir a compartir las buenas nuevas con otros.
  2. La próxima persona que conozcas puede ser alguien que necesite del perdón y amor que sólo Jesús pueden ofrecer, comparte con ella las buenas nuevas de salvación.

HG/MD

“Rueguen, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies” (Mateo 9:38).