Lectura: Efesios 3:14-21
El pequeño Ronny de 7 años estaba muy emocionado y de hecho no había podido dormir muy bien la noche anterior; el día había llegado, la hora era la establecida y el lugar estaba listo.
Era la primera vez que jugaba en la liga de futbol infantil, pero a los 5 minutos de haber comenzado el juego recibió un golpe en la cara con la pelota. No se lastimó, pero quedó comprensiblemente afectado. Durante el resto de ese partido y de la temporada, le tuvo miedo al balón. Partido tras partido, intentaba jugar con valentía, pero parecía no poder jugar bien con la pelota.
Su equipo ya estaba jugando el último juego, ya sin esperanzas porque iban perdiendo y no había mucho más que hacer. Sin embargo, faltando 15 minutos para terminar el partido, uno de los niños se lesionó y no había nadie más que lo sustituyera, sólo Ronny, por lo que aquel niño no tuvo más remedio que levantarse y entrar a jugar. En la primera jugada, para sorpresa de todos, ¡le pegó a la pelota perfectamente y anotó el gol del empate! Sus compañeros de equipo se pusieron eufóricos; sus padres y los padres de sus compañeros animaban a viva voz y aplaudían. Aunque no habían ganado ¡nadie dejaba de saltar! Todos sus compañeros se alegraron con Ronny porque nuevamente jugaba feliz.
El Señor también nos alienta en la vida. Nos ama profundamente y desea que seamos “plenamente capaces de comprender… cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, y de conocer el amor de Cristo que sobrepasa todo conocimiento” (Efesios 3:18-19).
Algunos quizás piensen que el Señor no nos ama y que está esperando que fallemos para castigarnos. Por eso, tenemos el privilegio de contarles sobre su gran amor. ¡Imagina su gozo cuando escuchen que Dios los ama tanto, que envió a su Hijo a morir en la cruz por sus pecados y que desea animarlos!
- El Señor te ama, deja que te lo demuestre.
- Tienes el privilegio de compartir con otros que Dios también los ama.
HG/MD
“ustedes sean plenamente capaces de comprender, junto con todos los santos, cuál es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad, y de conocer el amor de Cristo que sobrepasa todo conocimiento para que así sean llenos de toda la plenitud de Dios” (Efesios 3:18-19).