Lectura: Josué 2:1-14

Una de las razones por las que no podemos ignorar a Dios, está ligada a la realidad que asociamos con la palabra Israel.  No ha existido otra nación en la historia que sea conocida como: “el pueblo de Dios”.

A través de la historia desarrollada en la Biblia, podemos ver el testimonio del amor de Dios en las vidas de los israelitas, al mismo tiempo también somos testigos de la paciencia y en algunos casos del enojo santo de nuestro Señor.  A través de la relación de Dios con su pueblo, aprendemos muchas cualidades de Su grandiosa naturaleza.

Un ejemplo de esta estrecha relación y de Su poderosa presencia, es el que leímos en nuestra lectura devocional. El rey de Jericó no dijo: “Ahí viene Israel, ¿quiénes son esas personas?”, sino que su “…corazón desfalleció” (Josué 2:10-11) al saber que en su dirección venía el pueblo de Israel, luego de haber cruzado milagrosamente el Mar Rojo, y de haber destruido a dos reyes amorreos.

El rey de Jericó, tenía tres opciones: hacerles frente (sabiendo los antecedentes), huir para salvar la vida, o arrepentirse y creer en Dios suplicando su misericordia.  A pesar de su temor, el rey escogió la primera opción, escogió ignorar a Israel y con ello ignorar a Dios, con las consecuencias destructivas que ya todos conocemos (Josué 6).

Y aunque en nuestro mundo parece que a muchas personas les va bastante bien sin tener a Dios presente en ninguna parte de sus vidas, finalmente tenemos la convicción de que este mundo y sus intereses pasarán (Mateo 24:35).

Aquel quien creó en 6 días el Universo y el mundo en el cual vivimos, que vino a la pequeña aldea de Belén y compartió su mensaje de salvación, aquel quien murió y resucitó al tercer día, te está llamando y no puedes ignorarlo (Juan 3:16; Colosenses 1:13-17).

  1. Al igual que Rahab y su familia no ignoraron a Quien estaba a las puertas de Su pueblo (Josué 2:12-13), recibe hoy también al que toca la puerta de tu vida.
  2. No puedes seguir ignorando a Dios, nuestro Salvador y Señor.

HG/MD

“Porque el Señor su Dios es Dios de dioses y Señor de señores. Es Dios grande, poderoso y temible, que no hace distinción de personas ni acepta soborno” (Deuteronomio 10:17).