Lectura: 2 Corintios 5:1-8

El día en que murió la esposa de Joseph Parker (1830-1902), él se encargó de que en la tumba de su esposa no se escribieran las palabras tradicionales “Amada esposa, murió fecha”; en lugar de ello la palabra “murió” fue sustituida con la palabra “ascendió”.

Parker tenía un gran consuelo al entender que aunque el cuerpo de su amada esposa yacía en esa fría tumba, la “verdadera” señora Parker había sido transportada a la presencia de su Señor.  Así que cuando el señor Parker murió, sus amigos se aseguraron de escribir en su lápida: “Ascendió el 28 de noviembre de 1902”.

El apóstol Pablo nos compartió el mayor consuelo que podemos tener, ya sea cuando un creyente muere o cuando nosotros mismos nos enfrentamos al proceso de la muerte: “Pues confiamos y consideramos mejor estar ausentes del cuerpo, y estar presentes delante del Señor” (2 Corintios 5:8).

Para el creyente la muerte no es una caminata hacia la oscuridad, la soledad y el olvido; es tan sólo un paseo o transición gloriosa a los goces que trae consigo la presencia de nuestro Dios, el momento cuando estaremos reunidos con Él, junto con otros quienes también han puesto su fe en el Señor, y lo mejor de todo es que disfrutaremos de la presencia de Cristo para siempre.

  1. Para el creyente la muerte no es el final, tan sólo es un paso más en su camino de fe.
  2. Gracias Señor por el gozo de la vida, danos la serenidad para enfrentar la muerte y estar ante tu presencia.

HG/MD

“Pues confiamos y consideramos mejor estar ausentes del cuerpo, y estar presentes delante del Señor” (2 Corintios 5:8).