Lectura: Romanos 8:1-11
Los elefantes son de los animales más grandes y fuertes que podemos ver en nuestro tiempo. Pero a pesar de ello en algunos lugares los han “domesticado”, por así decirlo, para que realicen trabajos o que entretengan a los turistas.
Al mirar a estos poderosos animales en estado de cautiverio, quizás lo que más nos podría sorprender es que muchos están atados a un poste o árbol con una cuerda que pareciera no ser tan resistente.
Pero ¿cómo consiguen hacer esto sus entrenadores? Cuando están pequeños los atan a uno de esos postes o árboles, y cuando intentan jalar o moverse más allá de lo previsto, la cuerda los mantiene restringidos en sus movimientos. Quizás luchen durante algunas semanas, pero luego de algún tiempo ya no lo intentan más. Cuando el animal alcanza todo su tamaño y fuerza, ya no luchará para liberarse porque, en cuanto siente resistencia, se detiene. Sigue creyendo que está cautivo y que no puede soltarse.
Nuestro enemigo Satanás puede aplicar una estrategia similar para mantenernos esclavizados. La Biblia es muy clara y contundente al decirnos que: “… Ahora pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Romanos 8:1). Luego inmediatamente agrega: “…Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte” (Romanos 8:2). No obstante, el enemigo de nuestra alma trata de hacernos creer que seguimos dominados por el pecado.
¿Qué hacemos cuando el enemigo nos insinúa esta mentira? Debemos recordar lo que nuestro Señor Jesús ha hecho: murió por nuestros pecados y puso fin al control del enemigo sobre nosotros (Romanos 8:3). Resucitó de los muertos y nos dio el Espíritu Santo. Ahora recibimos poder para vivir de manera victoriosa en Él porque: “el que resucitó a Cristo de entre los muertos también les dará vida a sus cuerpos mortales mediante su Espíritu que mora en ustedes” (Romanos 8:11).
- En Jesús somos libres para amarle y servirle, no somos como el enemigo que tiene su derrota garantizada (Romanos 16:20)
- No vivas atado al pasado, nuestro Señor Jesús vino para darnos vida ahora y en la eternidad.
HG/MD
“Él nos ha librado de la autoridad de las tinieblas y nos ha trasladado al reino de su Hijo amado, en quien tenemos redención, el perdón de los pecados” (Colosenses 1:13-14).