Lectura: 2 Corintios 9:6-15
Hace algún tiempo vi una publicidad en redes sociales, la cual presentaba a dos vecinos que competían para ver quién tenía el mejor espíritu navideño. Cada uno trataba de decorar de la mejor manera su casa y jardines: luces, animatrónicos, lazos y cajas decoradas con motivos navideños.
Al finalizar la publicidad se dan cuenta de que hay algo más importante que las decoraciones extravagantes, y terminan compitiendo por quién da la mayor cantidad de ayuda a los necesitados, corriendo alegremente mientras la reparten.
Por supuesto, como creyentes no estamos compitiendo para ver quién da más, pero si se nos llama a ser “generosos y dispuestos a compartir” (1 Timoteo 6:18). El apóstol Pablo instruyó a la iglesia de Corinto: “Cada uno dé como propuso en su corazón, no con tristeza ni por obligación porque Dios ama al dador alegre” (2 Corintios 9:7).
Durante esta época, mientras compartimos presentes y amor a otras personas, recordemos cuán generoso ha sido Dios con nosotros, nos dio a su Hijo. Ray Stedman (1917 – 1992) afirmó: “Jesús dejó de lado sus riquezas y entró como pobre en su creación, para enriquecernos a todos por su gracia”.
- Ni el mejor de los regalos que demos puede competir con el mejor regalo de todos, la salvación provista por el Señor Jesús.
- ¡Démosle gracias por el don inefable de Jesús!
HG/MD
“¡Gracias a Dios por su don inefable!” (2 Corintios 9:15).