Lectura: Juan 3:22-30
Quizás el nombre Louis B. Neumiller (1896-1989) no te diga nada, aún si te decimos que era un hombre conocido por su humildad, integridad y dedicación a la excelencia. Pero si decimos que fue el presidente de la compañía de tractores Caterpillar, quizás puedes darte una idea de la importancia de este hombre en la historia del desarrollo agrícola e industrial de los Estados Unidos.
Durante su presidencia entre los años1941–1954, tuvo que enfrentar grandes desafíos como los que trajo consigo la Segunda Guerra Mundial; sin embargo, a pesar de las dificultades logró convertir a su empresa en una multinacional. Muchos de los que han escrito sobre los años dorados de los Estados Unidos, señalan a Neumiller como un líder exitoso muy lejano de los “egos”. Indican que la marca de su grandeza, se relaciona con la capacidad que tuvo para separar su identidad, del éxito de su negocio, ya que permitió que fuera su empresa la que se convirtiera en la estrella protagónica de la historia.
Esa misma actitud de humildad, es la que encontramos en Juan el Bautista, el dinámico predicador que habitualmente declaraba que su misión era preparar el camino para el Mesías. Cuando los seguidores de Juan se preocuparon porque Jesús crecía ante los ojos de las personas y las multitudes poco a poco lo seguían, él de una forma clara y con un entendimiento de su rol en esta vida, dijo lo siguiente: “Ustedes mismos son testigos de que dije: Yo no soy el Cristo, sino que he sido enviado delante de él… A él le es preciso crecer, pero a mí menguar” (Juan 3:28,30).
Como seguidores de Jesús, ¿estamos exaltándolo a Él en vez de buscar nuestra propia honra? En lugar de decepcionarnos cuando nuestra contribución pasa desapercibida, debemos estar contentos, pguarorque nuestro mayor privilegio es engrandecer al Señor. ¡Él es el héroe!
- Honrar a Dios con nuestra vida es una marca de la verdadera obra de Dios en nosotros.
- Para ser un gran creyente sé pequeño y permite que Dios sea grande en tu vida.
HG/MD
“A él le es preciso crecer, pero a mí menguar” (Juan 3:30).