Lectura: Romanos 3:21-28

El conocido escritor y predicador del siglo pasado Henry Allen «Harry» Ironside (1876–1951), contó una vez la siguiente historia: Un nuevo convertido al cristianismo, relató con un resplandor especial en su mirada, cómo había sido liberado de una vida de pecado.  Mientras hablaba, repitió muchas veces que Dios merecía toda la gloria, dejando claro que él no había hecho nada para ganarse su salvación.

Una de las  personas que estaba asistiendo a aquella reunión, aun no entendía completamente la verdad de que la salvación es por gracia a través de la fe, totalmente aparte de las obras que hagamos.  Por esta razón le dijo al hombre: “Usted parece indicar que Dios lo hizo todo cuando lo salvó.  ¿Pero usted no hizo su parte antes de que Dios hiciera la suya?”  Al oír esto, el hombre que había dado su testimonio se puso en pie nuevamente y dijo: “Oh sí, la hice.  Durante más de 30 años hui de Dios tan rápido como me lo permitieron mis pecados.  Pero Dios salió detrás de mí, y me alcanzó.  Esa fue mi parte”.

Existe una verdad absoluta con respecto a la salvación, hemos sido salvos por gracia (un favor no merecido) según Romanos 3:24.  No podemos hacer nada para ganar esa salvación (Romanos 3:28).  Nuestra parte es admitir nuestra maldad y nuestra incapacidad de salvarnos a nosotros mismos.  Al hacer esto estamos aceptando que debemos colocar nuestra confianza en Jesús, creyendo que Él murió en la cruz por nuestros pecados.

  1. Dios ha provisto salvación para ti, esa es su parte, recibirla por fe es la nuestra, y tú, ¿ya has hecho tu parte?

 

  1. La salvación es lo que recibimos, no lo que logramos.

HG/MD

“Él nos salvó, no por las obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino según su misericordia; por medio del lavamiento de la regeneración y de la renovación del Espíritu Santo” (Tito 3:5).