Lectura: 1 Juan 2:28-3:3

Por muchos años los grandes artistas han pintado escenas del Universo, basados tan sólo en una combinación de información y suposiciones científicas, y en parte de su propia imaginación.

Pero, en los últimos años, gracias a la gran mejoría que la humanidad ha tenido en los artefactos de observación y a las misiones con sondas espaciales, se cuenta con una mejor comprensión de la bastedad y creatividad expresada en los cuerpos celestes que se pueden ver en los cielos, redefiniendo con ello la visión que anteriormente se tenía de su apariencia.

Por ejemplo, gracias a la sonda Galileo, se pudieron observar claramente los extraordinarios paisajes de las lunas de Júpiter.  La superficie helada y agrietada de Europa, una de las lunas de Júpiter, es sorprendente, mientras que ÍO, otra de sus lunas, es el cuerpo del sistema solar con mayor actividad volcánica. Sus volcanes, a diferencia de los terrestres expulsan dióxido de azufre.  

La Palabra de Dios dice que el Señor hizo todas estas maravillas, aunque no era su propósito informarnos detalladamente la forma en la cual las hizo.  De esta misma manera, en las Escrituras nunca se dice cuál es el aspecto físico del Señor; sin embargo, en Isaías 53:2 dice “…no hay parecer en él ni hermosura…”  La visión que el mundo tiene de Jesús ha sido influenciada por las obras de arte, los vídeos y películas que se han hecho de Él, lo cual en realidad no ha sido lo mejor.  Pero un día, nuestra imagen de Él será la correcta, cuando nos encontremos con Jesús cara a cara, tal como lo indicó el apóstol Juan: “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que seremos. Pero sabemos que, cuando él sea manifestado, seremos semejantes a él porque lo veremos tal como él es” (1 Juan 3:2).

  1. Y no sólo veremos finalmente a nuestro Señor tal como es, sino que también nosotros seremos transformados de una manera extraordinaria, tal como lo dice 1 Corintios 15:54: “Y cuando esto corruptible se vista de incorrupción y esto mortal se vista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: ¡Sorbida es la muerte en victoria!”.
  2. Todo lo que anhelamos llegar a ser encontrará su cumplimiento con nuestra primera mirada a Jesús, nada de lo que podamos imaginar ahora, podrá compararse con ese momento.

HG/MD

“Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que seremos. Pero sabemos que, cuando él sea manifestado, seremos semejantes a él porque lo veremos tal como él es” (1 Juan 3:2).