Lectura: Mateo 27:32-50

Cuando Jesús estaba colgado de la cruz suspendido entre el cielo y la tierra, pronunció varias frases.  Entre las que dijo mientras se le acercaba la muerte hay una frase que parece destacarse por su intensidad “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mateo 27:46).

Imagínatelo, Jesucristo, quien había disfrutado de las glorias del cielo con el Padre por toda la eternidad pasada, ahora estaba siendo desamparado.  Dios le había vuelto la espalda.  Abandonado para poder llevar nuestro pecado, Jesús clamó en agonía.

Esas palabras, “Dios mío, Dios mío”, representan las más profundas emociones que sintió Cristo mientras padecía en la cruz.  La naturaleza personal del pronombre posesivo “mío” intensifica la referencia a Dios, pues Jesús se dirigió a Él en medio de su padecimiento.

Si comparamos la dolorosísima expresión de Jesús, con la manera en que se usa en nuestra sociedad la frase “Dios mío”, nos damos cuenta de que hay un problema.  Esta frase se usa muchas veces de forma irrespetuosa o con poca noción de sus implicaciones reales.  Mientras que Jesús dijo “Dios mío” en una intensa referencia al Soberano del Universo, muchas personas lo dicen hoy como una referencia improvisada a alguna experiencia mundana y sin trascendencia.

  1. El nombre de Dios es Santo. Si bien puedes usarlo, pero siempre úsalo reverentemente.
  1. Si usamos el nombre de Dios sin cuidado, estamos tomando a Dios muy a la ligera.

NPD/JDB