Lectura: Lucas 14:25-35
Estos días de inicio de año están llenos de propósitos y uno de los más populares es bajar ese peso que ganamos en las actividades familiares de fin de año.
De cierta forma las dietas por algún tiempo funcionarán, pero la mayoría de personas llegan al punto del estancamiento antes de llegar a su peso ideal, razón por la cual muchas se desalientan y pierden la motivación inicial que mostraban; es por esto que un sinnúmero sufre del efecto “rebote”, lo cual significa que recuperan rápidamente el peso perdido y en algunos casos terminan teniendo más peso del que tenían inicialmente.
En nuestras vidas cristianas sucede algo similar. Al iniciar nuestra relación con Dios, con facilidad nos deshacemos de muchos de los pecados que nos han acompañado durante años, pero conforme pasan los años, esos “pequeños” pecados como la envidia o los resentimientos, empiezan a visitarnos y les damos lugar en nuestras vidas, tal como lo dice el autor de Cantares: “…las zorras pequeñas que echan a perder las viñas…” (Cantares 2:15). Algunos se desalientan tanto que empiezan a perder su compromiso con Cristo y vuelven a sus antiguos malos hábitos.
Es por estas realidades que nuestro Señor nos advirtió en Lucas 14:25-25, sobre el costo de ser su discípulo. Jesús quería que las personas que lo seguían supieran que, por supuesto, empezar a seguirlo es algo emocionante pues es toda una aventura, sin embargo, como toda aventura, demanda lo mejor de nosotros para superar las diferentes circunstancias que encontramos en el camino.
- Si en estos días empezaste en tu aventura de seguir a Cristo como tu Señor y Salvador, nos alegramos contigo, pero debes deshacerte de las zorras (pecados) que encontrarás en el camino, no quites tu mirada de Jesús (Colosenses 3:1-4).
- Más que buenos propósitos, la diferencia entre el éxito y el fracaso está en la perseverancia.
HG/MD
“Siendo, pues, que ustedes han resucitado con Cristo, busquen las cosas de arriba donde Cristo está sentado a la diestra de Dios” (Colosenses 3:1).