Lectura: Marcos 12:28-34

Estando en Jerusalén, un escriba quien era considerado experto en la ley de Dios, le pidió a Jesús que le dijera cuál era el mandamiento más importante de todos, a lo cual Él respondió: “… Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas…” (Marcos 12:30), y luego agregó: “El segundo es este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que estos dos”. En estas palabras resumió las dos cosas más importantes que Dios desea que hagamos.

Al pensar en estas palabras de nuestro Señor, debemos reflexionar sobre cómo poner en práctica tales mandamientos de amar a Dios con todo nuestro corazón, alma y mente, y al prójimo como a nosotros mismos.

En el primer mandamiento que se deriva de Deuteronomio, nos encarga que amemos a Dios con nuestro corazón, alma y fuerzas (6:5); Jesús agrega la palabra mente, entonces podemos entender que significa amar a Dios con TODO nuestro ser.

Y con respecto al segundo mandamiento, este engloba el respeto y consideración que debe haber en todas las relaciones humanas, teniendo como marco de referencia el amor propio.

Esto nos ayuda a cambiar nuestra perspectiva egoísta, ya que a medida que aprendemos a amar a Dios con todo, empezamos a considerar nuestras dificultades como una “leve tribulación momentánea”, tal como el apóstol Pablo describe sus duras y extenuantes experiencias causadas por su prójimo. Él siempre tuvo en mente que en medio de estas circunstancias difíciles había “un eterno peso de gloria más que incomparable” (2 Corintios 4:17), que superaba a todo sentimiento temporal.

  1. En la vida sobrevendrán luchas y dudas, pero al comprender estos mandamientos notaremos que su impacto en nuestra vida disminuye.
  2. Al aprender a amar a Dios, nuestra confianza se incrementará al saber que nos soporta su bondad suprema.

HG/MD

“Nosotros amamos porque él nos amó primero.” (1 Juan 4:19).