Lectura: Hechos 20:16-24

En 1960, en los Estados Unidos se desarrolló el proyecto Talento el cual comenzó con una prueba de aptitud que duró dos días y medio, y que realizaron unos 440.000 estudiantes de 1.353 instituciones públicas, privadas y religiosas de los Estados Unidos. Además de esta prueba, les pidieron que expresaran sus planes, esperanzas y sueños para el futuro.

Saulo de Tarso en un momento de su vida también tuvo planes, esperanzas y sueños, dentro de los que se encontraban destruir a los seguidores de Jesús (Hechos 7:58–8:3; Gálatas 1:13). Sin embargo, luego de su conversión se transformó en el apóstol Pablo, cuya nueva misión, contrario a lo que hacía, fue multiplicarlos.

A partir de este acontecimiento que cambió el rumbo de su vida, cuando el apóstol Pablo iba a Jerusalén para enfrentarse con la cárcel y muchas dificultades, dijo: “Sin embargo, no estimo que mi vida sea de ningún valor ni preciosa para mí mismo, con tal que acabe mi carrera y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios” (Hechos 20:24).

Cuando nuestra meta es honrar al Señor, Él nos guía y nos acompaña en cada paso del camino. Al enfocar nuestras esperanzas y sueños teniendo a Jesús como centro, nos colocamos en las manos de Dios, sabiendo que todo, incluso el éxito y los fracasos, están bajo su control.

  1. Señor, confiamos en tu guía para enfrentar el camino que tenemos por delante.
  2. ¡Haz que nuestros sueños y aspiraciones estén debidamente enfocados en ti!

HG/MD

“Sin embargo, no estimo que mi vida sea de ningún valor ni preciosa para mí mismo, con tal que acabe mi carrera y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios” (Hechos 20:24).