Lectura: Salmo 18:6-13

Hace unas semanas estaba viendo un podcast en una red social, en el que el encargado del programa entrevistaba a un experto en “manejo de la crisis”. En medio de la conversación, el entrevistado puso de ejemplo la forma como algunas figuras públicas, logran recuperarse cuando cometen un error que los pone en mal frente a los ojos de la prensa y sus seguidores.  El experto indicó que una de las claves para que estas figuras públicas salieran adelante, era que tenían relaciones de apoyo muy sólidas que les permitieron sobrellevar el mal momento vivido. Dicho en palabras simples la moraleja era: cuando uno está en problemas, es vital conseguir la ayuda apropiada.

En realidad, este es un buen consejo, pero una de las claves para afrontar una crisis es reconocer que no podemos hacer las cosas solos.  Muchos de los desafíos que enfrentamos son demasiado grandes como para que podamos vencerlos, así como algunas montañas son demasiado altas como para subirlas.  La ayuda en las crisis es fundamental y es por ello que como creyentes tenemos al mejor de los aliados a nuestro lado.

El rey David, quien conocía muy bien a su mejor aliado, testificó de ello en el Salmo 18:6: “En mi angustia invoqué al Señor y clamé a mi Dios. Él oyó mi voz desde su templo, y mi clamor llegó delante de él, a sus oídos”. En esos momentos de crisis no hay mejor ayuda que la de Dios.  Sólo Él podrá sostenernos cuando todo parezca perdido, ya que nos prometió que no nos abandonará: “…Nunca te abandonaré ni jamás te desampararé” (Hebreos 13:5).

  1. Cuando la crisis golpea nuestra vida y nos hace temblar, recordemos que no estamos solos, tenemos la ayuda adecuada a nuestro lado, Dios mismo.
  2. Podemos confiar en que Dios es nuestro mejor aliado, apoyémonos en Él.

HG/MD

“En mi angustia invoqué al Señor y clamé a mi Dios. Él oyó mi voz desde su templo, y mi clamor llegó delante de él, a sus oídos” (Salmo 18:6).