Lectura: Colosenses 3:8-17

Los adverbios son figuras gramaticales interesantes, tienen la función de calificar a los verbos, e indican acciones y actividades. Los puritanos del siglo 19 tenían un dicho con respecto a estas figuras: “Dios ama los adverbios y no le preocupa si es bueno, sino si está bien hecho”.  Lo que quiere decir este proverbio es que al Señor le importa más la actitud con la que vivimos, que los resultados.

Muchos se equivocan al creer que el “activismo espiritual”, o sea, estar siempre ocupados en múltiples actividades de la iglesia, es lo que los hace buenos creyentes. El tiempo de pandemia le ha dado muchos problemas a este tipo de personas, pues han tenido que adaptarse, aunque sea temporalmente, a una nueva realidad que implica no asistir presencialmente a las iglesias locales.  Esta situación trae consigo nuevas oportunidades para servir y compartir nuestra fe, y lo que debemos entender es que toda actividad humana que se realice puede ser para la gloria de Dios, es una ofrenda para Él.

La realidad es que pasamos los días en medio de actividades comunes, que al parecer no tienen mucho que ver con la espiritualidad, pero eso no es del todo cierto, recordemos lo que nos dijo el apóstol Pablo: “nosotros tenemos la mente de Cristo” (1 Corintios 2:16); el solo hecho de comprender esa realidad debe hacer la diferencia, por ejemplo, cuando salimos cada día hacia nuestros trabajos, preparamos una comida para nuestra familia, nos desprendemos de parte de lo nuestro con tal de ayudar a otros, o cuando conversamos con un amigo o paseamos por las calles.  Todas esas son oportunidades para glorificar a Dios si seguimos este sencillo consejo “…todo lo que hagan, háganlo de buen ánimo como para el Señor y no para los hombres” (Colosenses 3:23).

  1. Se necesita tener fe y la mente de Cristo para reconocer que aun en los acontecimientos más pequeños de la vida, puede haber oportunidades para dar gloria a Dios.
  2. Aprovechemos el día para dar gracias a Dios, compartamos con otros nuestra fe, ayudemos a alguien que no lo espera; seamos creativos, después de todo “tenemos la mente de Cristo”.

HG/MD

“Porque, ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién lo instruirá? Pero nosotros tenemos la mente de Cristo” (1 Corintios 2:16).