Lectura: 1 Timoteo 1:3-11

Una vez oí a un ministro usar tres ilustraciones para explicar las advertencias que nos hace la ley que encontramos en la Palabra de Dios.  Primeramente, la comparó con el espejo bucal de un dentista.  Con el espejo el doctor detecta las caries, pero no perfora el diente con él.  El espejo revela las caries, pero no puede repararlas.

En su segunda ilustración, la comparó con una linterna. Si la luz de tu casa se apaga debido a un desperfecto, tratarás de usar una linterna para guiarte en la oscuridad, hasta llegar a la caja de fusibles.  La linterna te permitirá ver el fusible quemado, pero no podrás colocar la linterna en el lugar que le corresponde al fusible.

En la tercera ilustración comparó la ley con una plomada.  El constructor usa una cuerda con una pesa para verificar rápidamente que su trabajo está alineado.  Si descubre un error, no usará la plomada para corregir el error, usará el martillo, la sierra u otra herramienta para corregirlo.

El mismo apóstol Pablo nos indicó lo siguiente: “Sabemos, sin embargo, que la ley es buena si uno la usa legítimamente” (1 Timoteo 1:8).  La función de la ley de Dios es revelar el pecado, pero en sí misma no ofrece una solución.  Tan sólo mediante el sacrificio de Jesús y su resurrección, obtendremos el perdón que necesitamos debido al pecado.

  1. La ley nunca podrá hacer lo que hizo Jesús, darte vida eterna (Juan 3:16).
  2. La ley de Dios identifica el problema, la gracia de Dios te brinda la solución.

HG/MD

“La ley entró para agrandar la ofensa, pero en cuanto se agrandó el pecado sobreabundó la gracia” (Romanos 5:20).