Lectura: 2 Timoteo 2:20-22

Al lavarnos las manos para eliminar la suciedad, virus y gérmenes, ¿somos nosotros quienes realmente las limpiamos? La respuesta es sí y no.  Si queremos ser muy precisos, son el jabón y el agua los que realmente hacen la tarea, no nosotros.  No obstante, somos nosotros los que decidimos usar estos productos de higiene para lavarnos.

El apóstol Pablo nos dice lo siguiente: “Así que, si alguno se limpia de estas cosas será un vaso para honra, consagrado y útil para el Señor, preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 2:21).  Debemos tener claro que nosotros no tenemos el poder para autolimpiarnos del pecado, sino que utilizamos la limpieza provista por Jesús en la cruz del Monte Calvario.

El mismo apóstol Pablo nos vuelve a reafirmar este principio al decirnos: “y ser hallado en él; sin pretender una justicia mía, derivada de la ley, sino la que es por la fe en Cristo; la justicia que proviene de Dios por la fe”. Filipenses 3:9.

Cuando Jesús entra en nuestra vida como Señor y Salvador, su muerte y resurrección nos libran de la culpa del pecado y posibilitan que podamos vivir una vida y tomar decisiones que le agraden, por ejemplo: huir de las pasiones juveniles, controlar nuestros deseos de hacer el mal (2 Timoteo 2:22), acercarnos a los comportamientos correctos (Efesios 6:14), a las creencias correctas por medio de la fe (Hebreos 11:6), a las reacciones correctas porque su amor mora en nosotros (1 Juan 4:16), y alcanzar los objetivos correctos por medio de la paz que tan sólo encontramos en Él (Filipenses 4:9).

A medida que nos limpiemos diariamente, seremos un instrumento «útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra» (v. 21).

  1. Evaluarnos cotidianamente por medio de Su Palabra y el consejo de otros, nos ayudará a mantenernos sanos.
  2. ¿Cuándo fue la última vez que evaluamos nuestra salud espiritual?

HG/MD

“Examínense a ustedes mismos para ver si están firmes en la fe; pruébense a ustedes mismos. ¿O no conocen en cuanto a ustedes mismos que Jesucristo está en ustedes, a menos que ya estén reprobados?” (2 Corintios 13:5).