Lectura: Isaías 35:1-10

Los biólogos han investigado la maravillosa floración que cada tantos años llena las arenas del desierto de Mojave. Este increíble espectáculo no se repite todos los años, es necesario que se cumplan muchas condiciones climáticas.

La tierra seca debe quedar empapada por una abundante tormenta y luego calentarse con el sol por una cierta cantidad de horas, para que pueda darse esta inmensa floración que cubre literalmente de colores el desierto.

Este fenómeno puede ser comparable con el efecto que puede producir Dios en la aridez del corazón humano, que es ejemplificado con el relato que nos brinda el profeta Isaías.

Luego de compartirle a su pueblo un mensaje de juicio, inmediatamente compartió una visión de esperanza: “Se alegrarán el desierto y el sequedal. Se regocijará el Arabá y florecerá como la rosa” (Isaías 35:1); luego añadió una imagen gozosa donde su pueblo rescatado por Dios entrará al reino: “…alcanzarán gozo y alegría, y huirán la tristeza y el gemido” (v.10).

Puede ser que estés pasando por una época de sequía o de tormentas torrenciales en tu vida, pero si te aferras a su amor, podrás ver cómo la esperanza nuevamente florece en el momento indicado y de acuerdo con la voluntad de Dios.

  1. Te damos muchas gracias Señor por estar ahí en los desiertos de nuestras vidas.
  2. Señor, confiamos en que con tu fortaleza y sabiduría podremos salir adelante, con valentía, siempre dándote toda la gloria a Ti.

HG/MD

“Fortalezcan las manos débiles; afirmen las rodillas vacilantes” (Isaías 35:3).