Lectura: Salmos 38:1-22

Cuando era niño, al perro de mi familia se le pegaron las pulgas sin que nadie se diera cuenta, y hubo un tiempo que al pobre por poco y lo vuelven loco.  Con el tiempo finalmente entendimos que la constante molestia del animalito se debía a esos molestos insectos, lo bañamos con un champú anti-pulgas y fumigamos su cama con un aerosol mata insectos.  Luego de algún tiempo, aparecieron nuevamente, pero ¿de dónde salían?

Pronto nos dimos cuenta que nuestro perro había crecido y estaba muy decidido a correr en nuestro vecindario tras nuevos amores; cada vez que encontraba algún espacio por donde salir de la casa, corría tras la aventura y se escapaba siempre que podía.  Cuando lo hallábamos fuera, lo regañábamos y amenazábamos, pero él estaba resuelto a seguir con sus escapes amorosos, que tanto para él como para nosotros significaban problemas.

En la misma línea, pero con mayores consecuencias, David experimentó los dolores de los problemas, que fueron el resultado de sus decisiones erradas.  Él sabía que se estaba equivocando porque su Señor le mostraba sus errores, tal como lo evidencia la lectura que hicimos en el versículo 2: “Porque tus flechas han penetrado en mí, y sobre mí ha descendido tu mano”.  Dios usó las dolorosas consecuencias del pecado, para salvar a David de su mal actuar.

Cuando escapamos de Dios debido a nuestros problemas, aún podemos obtener su ayuda. Así como lo hizo David en este Salmo, todos necesitamos reconocer la mano correctora de Dios y empezar nuevamente.  El Señor desea que reconozcamos nuestros errores, antes de que las consecuencias nos alcancen.

  1. Huir de Dios siempre traerá problemas y será inútil.

 

  1. Acercarnos a Dios nos traerá el perdón y la paz.

HG/MD

“Por eso confesaré mi iniquidad; me acongojaré por mi pecado…No me desampares, oh Señor. Dios mío, no te alejes de mí; apresúrate a socorrerme, oh Señor, salvación mía”  (Salmos 38:18,21,22).