Lectura: Filipenses 4:6-7:

“Los hombres tardan más en reconocer las bendiciones que las desgracias”, decía Titus Livius, historiador romano que vivió desde el 59 A.C. hasta el 17 D.C. El médico, recopilador y escritor del 3° evangelio, Lucas, narra en su capítulo 12, el encuentro de 10 leprosos con Jesús en busca de sanidad.
Las palabras del Maestro demandaban fe absoluta: “ Id y mostraos al sacerdote. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados. Entonces, uno volvió y glorificaba a Dios y postrado daba gracias, y este era Samaritano. Jesús le dijo: ¿No eran diez los que fueron limpiados… Y los nueve, dónde están… No hubo quién volviese y diere gloria a Dios sino sólo este extranjero? Y le dijo al Samaritano: Vete tu fe te ha salvado”.
A decir verdad, cuánta razón tenía aquel historiador romano, reconocemos fácilmente las desgracias y nos quejamos inmediatamente, pero olvidamos los favores, los milagros y las bendiciones de Dios.
La actitud agradecida de este ex-leproso sanado le hizo además un ex-leproso sanado y salvado.
Es que un corazón agradecido a Dios por sus bondades le hace acreedor de bondades aún mayores. En cambio un corazón desagradecido, cada vez se empobrece más y pierde oportunidades de recibir mucho más de lo que recibió.
Anota en la roca los momentos agradables y en la arena los tramos oscuros. Vive tu vida recordando las cosas buenas que Dios te dio, las que te rodean y las bondades y virtudes de los demás.

El recordar las incongruencias de la vida, las ofensas que te han hecho y las deudas que no te pagaron te envenena día a día.

Sé agradecido, aconseja el apóstol pablo en Filipenses 4:6-7: “Sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.