Lectura: Juan 1:10-18

Si un médico con el que acabas de verte y a quien le entregaste unos exámenes de laboratorio, te llama y te dice con voz muy seria: “Por favor, necesito que venga lo antes posible a verme al hospital, tengo que conversar con usted”, tu primera reacción podría ser: “No, no deseo enterarme”.  Después de un momento posiblemente digas, puede ser que no sea tan grave y después de todo hay que saber el diagnóstico para tratar la enfermedad y procurar una cura.

Así, de la misma manera, Dios, el Doctor de doctores, quiere hablar contigo seriamente, para darte noticias que sin duda alguna son malas; ha hecho el examen y tu condición espiritual es mortal.  El origen de todo fue con Adán y Eva, cuando Dios les dijo que no comieran, debido que la consecuencia sería el sufrimiento físico y espiritual para toda la humanidad.

Ya tienes el diagnóstico: muerte: “Porque la paga del pecado es muerte…” (Romanos 6:23a), pero con el diagnóstico Él nos brindó también la cura: “…pero el don de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Romanos 6:23b).  Desde el inicio Dios nos prometió que está enfermedad podría ser superada por medio de un Salvador (Génesis 3:15), y ese Salvador es Jesús: “…la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo” (Juan 1:17).

En aquella primera Navidad, Jesús trajo al mundo Su gracia consigo, algo que sin duda ningún ser humano merece, porque, así como Adán pecó, todos de una u otra forma hemos cometido errores, hemos errado al blanco y esto nos hace pecadores.  Pero tranquilo, para eso vino Jesús, para perdonar tus pecados y mostrarte el camino a seguir (Juan 14:6), y un día te llevará a la casa del Padre.

  1. Escucha lo que dice el Doctor de doctores sobre tu condición, acepta la cura que Él ha provisto y revive a una vida mejor por medio de Cristo.
  2. Jesús es la única opción para el corazón sin esperanza, sólo en Él encontrarás significado y salvación.

HG/MD

“La ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo.” (Juan 1:17).