Lectura: 1 Samuel 16:1-7
La historia de las radiografías comienza con el descubrimiento de los rayos X realizado por Wilhelm Conrad Röntgen en 1895. Röntgen, un físico alemán, notó que ciertos rayos invisibles podían atravesar materiales opacos y producir imágenes en placas fotográficas. Este hallazgo, que inicialmente se llamó «rayos X» por su naturaleza desconocida, revolucionó la medicina y otras áreas.
La primera imagen de rayos X fue de la mano de su esposa Anna Bertha Ludwig, la cual mostraba todos los huesos. Durante muchos años los rayos X se utilizaron para visualizar huesos rotos, localizar balas y estudiar el cuerpo humano en general.
Hoy día, la radiología se ha expandido a diversas áreas, incluyendo la medicina, la industria, la seguridad y la investigación, con el desarrollo de técnicas como la tomografía computarizada (TC), la resonancia magnética (RM) y la medicina nuclear.
Una vista interna suele ser más eficiente y significativa que si solo se la observa por fuera. Por ejemplo, a primera vista Samuel pensó que Eliab tenía el aspecto para poder ser el próximo rey de Israel (1 Samuel 16:6). Sin embargo, Dios le advirtió que no se fijara en sus rasgos físicos: “…porque el Señor no mira lo que mira el hombre: El hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero el Señor mira el corazón” (1 Samuel 16:7). En lugar de Eliab, Dios escogió a David para que fuera rey.
Cuando Dios nos mira, puedes estar seguro de que le importa más nuestro corazón que nuestra altura; y el estado de nuestra alma que nuestros rasgos faciales. No nos ve demasiado viejos, demasiado jóvenes ni demasiado grandes, sino que se centra en las cuestiones más importantes: cómo respondemos a su amor por nosotros y cuánto nos ocupamos de los demás (Mateo 22:37-39).
- Dios conoce el corazón humano. Después de todo lo que ha hecho por nosotros, ¿qué ve cuando mira nuestro corazón?
- Examina tu corazón, cambia lo que esté mal, pídele a Dios que te ayude a hacerlo, pero inicia hoy.
HG/MD
“Entonces escucha tú desde los cielos, el lugar de tu morada, y perdona. Da a cada uno conforme a todos sus caminos, pues conoces su corazón (porque solo tú conoces el corazón del hombre)” (2 Crónicas 6:30).
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